En este
peliculón, donde ya se nota que este tipo se nos va a meter en las venas,
tenemos a uno de sus actores fetiches, Mads Mikkelsen, de pocas letras en el
guión, pero con la difícil tarea de ejecutar bien un papel, a priori sencillo,
pero que a medida que transcurre el metraje, vamos viendo su complejidad dentro
de lo simple, cosa complicada de lograr esta última.
One-eye,
como le dicen en la peli, que traducido sería “un ojo”, es un tipo sanguinario,
capturado por los vikingos, quienes apuestan con su supervivencia, que goza de
grandes trabas, está encadenado, lucha en el lodo, y la mayoría de veces contra
dos contrincantes, entre otros handicaps con los que lo hacen empezar la
batalla. Su apodo viene a su estética, difícil de mantener la mirada en él,
morboso debido a que vive con primeros planos de su cara sin simetría, una gran
cicatriz recorre el sitio donde tendría que habitar un globo ocular.
Como es
de prever, su ira acumulada hace que un buen día rompa las cadenas y quede como
hombre libre. En su travesía por la región nórdica se encuentra con unos tipos
que quieren ir a tierra santa, quieren defender el “reino del señor”, le
explican como es su Dios, y cosas de las que oye lo convencen para emprender la
marcha con ellos. Ellos y el niño que siempre lo alimentó tras los barrotes.
Cada
etapa tiene un capitulo, y cada episodio obedece fielmente a su título.
La parte
final es brillante, muchas fabulas se han hecho sobre esa posibilidad, la
historia los ha dejado sin la medalla, pero yo creo en ellos como “colonos”.
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