En esta ocasión nos lleva a una historia dura, de crecimiento, de amistad, de códigos, de amor humano (no romántico).
El mono murió, deja una niña (bajo tutela de su ex), y un proyecto truncado, invirtió todo su dinero en la compra de un jugador que, supuestamente, pintaba para crack, pero ahora anda dando tumbos en el campeonato Argentino (no primera), en un equipo de Santiago del Estero.
Sus tres amigos, aunque Fernando sea hermano lo tomaremos como tal, se dedicarán intentar que este muchacho vuelva a tomar forma para lograr que otros clubes se fijen en él y así venderlo, para recuperar el dinero y dejarselo a modo de testamento a la hija.
Personajes perfectos, de una descripción minuciosa, uno puede falcilmente "armarlos" en la cabeza. Está el Ruso, brutote, mejor amigo del finado, gran emprendedor de negocios con pérdidas, no esta mal en donde pone el ojo, sino cuando.
Por otro lado esta Mauricio, careta, boga, de cuidado, gran amigo de la infancia, aunque un tanto cambiado por el entorno.
Y su hermano, el pulmotor de la historia, el profesor de secundaria con bastante cultura y pocos mangos, con toda la fuerza y la voluntad, pero todo el freno de los que no nacieron para cagar a nadie ni trepar.
El libro es recomendadísimo para futboleros, pero es una rica historia de vida, un gran ejemplo de, como dice el autor en la dedicatoria:
"A mis amigos del fútbol de los sábados, por ese mundo lleno de privilegios sencillos e intransferibles que ofrece la amistad entre hombres”.
Sencillez, privilegio, amigos, le sumaría, honor, gran imagen. Excelentes hojas.
Gracias viejo por dedicarmelo con tus palabras, a mi.
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