Al igual que en “Monstruos Invisibles”,
este libro te lleva como una cometa, de aquí para allá, por las
paranoias más desopilantes que se le puedan ocurrir al escritor para acabar en
la última hoja por lo más alto, dejando de lado si en algún momento del relato se cayó o se hizo un tanto
denso, para celebrar con una gran
sonrisa, como si de un niño que acaba de cometer una travesura se tratará, otro
golpe maestro, otra genialidad.
En esta oportunidad tenemos la suerte de seguir los pasos de Carl Streator,
un tipo que acaba de sufrir la muerte de su hijo y mujer, que es investigador y
que sospecha donde radica este suceso, hermano de muchos otros de símil
factura.
Para dar con el paradero del que acciona el conjuro que está haciendo caer
a las criaturas de muchas familias, se pondrá en contacto con Helen Hoover
Boyle, que a su vez acarreará a Mona, su ayudanta y Ostra, quien tiene
sentimientos latentes por esta última.
Los cuatro emprenderán un viaje por Estados Unidos en busca de todos los
poemas causantes de estas muertes y un grimorio que les ayude a quitar tal
efecto.
Me encantaría contarles el final, es brillante, pero creo que es la guinda,
el premio del que llegó junto a este
cuarteto hasta el final. Yo lo hice y se de otros que también. Inténtenlo,
tendrán recompensa, siempre la tienen con el bueno de Chuck.
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