martes, 26 de febrero de 2013

Nana



Al igual que en “Monstruos Invisibles”,  este libro te lleva como una cometa, de aquí para allá, por las paranoias más desopilantes que se le puedan ocurrir al escritor para acabar en la última hoja por lo más alto, dejando de lado si en algún  momento del relato se cayó o se hizo un tanto denso,  para celebrar con una gran sonrisa, como si de un niño que acaba de cometer una travesura se tratará, otro golpe maestro, otra genialidad.
En esta oportunidad tenemos la suerte de seguir los pasos de Carl Streator, un tipo que acaba de sufrir la muerte de su hijo y mujer, que es investigador y que sospecha donde radica este suceso, hermano de muchos otros de símil factura.
Para dar con el paradero del que acciona el conjuro que está haciendo caer a las criaturas de muchas familias, se pondrá en contacto con Helen Hoover Boyle, que a su vez acarreará a Mona, su ayudanta y Ostra, quien tiene sentimientos latentes por esta última.
Los cuatro emprenderán un viaje por Estados Unidos en busca de todos los poemas causantes de estas muertes y un grimorio que les ayude a quitar tal efecto.
Me encantaría contarles el final, es brillante, pero creo que es la guinda, el premio del  que llegó junto a este cuarteto hasta el final. Yo lo hice y se de otros que también. Inténtenlo, tendrán recompensa, siempre la tienen con el bueno de Chuck.

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