Se nos va, se nos fue.
House durante muchos años ha estado acompañandonos con su irreverencia, con su mal humor, su ironia y su brillantez.
El gancho que hizo que termine hasta extrañandolo creo que es su juego, su similitud, confesa similitud con Sherlock.
Decian en algún especial que habían copiado hasta los sonoro de los protagonistas de las novelas de Sir Arthur, ese House perspicaz que con solo levantar la mirada podía adivinar de que se trataba el problema que acomplejaba al nuevo paciente, tan idéntico a lo que lograba Holmes.
Sus apellidos y los de sus mejores amigos-compañeros: Wilson - Watson, su pequeño granito de arena que se hará elemental para destrabar el conflicto que pueda tener en la cabeza el que carga con el don.
Su adicción, uno tomaba una solución de cocaina excusandose muchas veces en el aburrimiento, el otro en el Vicodin, utilizando a su maltrecha pierna como escudo a las acusaciones.
La cuestión es que si en la séptima temporada iba cayendo nuestro talentoso profesional, el final de la misma más lo que llevo de la octava han despertado en mi el mismo entusiasmo que los primeros cápitulos, recuerdo comprarme la primera temporada por Ebay y zamparme en un fin de semana los 2 DVDs.
Puede que me pase lo mismo que con Agatha Christie, olfateo que mataran a nuestro heroe en los proximos cápitulos como si de Telón para Poirot se tratase, o "El último saludo de Sherlock Holmes", por eso no leo esos libros, por eso temo de ver los 2 últimos cápitulos de esta asombrosa serie que nos ha llevado a todo el mundo, de todas las maneras, con miles de enfermedades diversas, carceles, loqueros, hospitales, despedidas, reencuentros, amor, hijos, novios, prostitutas, apuestas, dolor, risas, etc., etc., etc.
A modo de apostilla, varios capitulos los dirigio J.J. Campanella. No hay más que decir de este delicioso y vicioso producto.
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