Lo agarré con rabia, ya lo tengo.
pasé el cuatro con dos ceros, estoy llegando al quinto, me asomé al final para ver en que número terminaba la osadía y me encontré con fotos y explicaciones sobre este mundo que
el imaginario de Neuman creó.
Me sirve para relajarme un poco, ya que terminarlo me esta quitando todas las fuerzas.
Pero por otro lado...
Encaré el permiso divino que Hernán nos dá con sus publicaciones, y es que lo llamo por su nombre porque una persona que hace algo asi, es como un amigo.
En 4 tiempos muertos devoré la historia.
Me reencontré con muchos de mis pasados, me pregunté sobre mi memoria, y si realmente tengo alguien que pueda salir a hablar por mi, si un dia sale mi biografía o velorio.
Me encontré leyendo, bajo cuatro sillas y una sabana de techo, era mi guarida, donde caían Mafaldas, Condoritos, algún Isidorito o Paturuzú, recuerdo la Humor, y la Humi también, recuerdo odiar la Billiken y la anteojitos, mis maquetas las hacia yo!
No tuve la "suerte" te tenerlas a estrenar, siempre venían, leídas y manoseadas y por supuesto, sin el poliedro del cabildo.
Por un momento viaje en bici a la biblioteca, recorde los rulos de la mujer, y también la lista que figuraba detrás de cada ejemplar, donde te dabas cuenta
cuanta gente había "del palo", sobre todo, cuantos vecinos o conocidos.
Ese vicio no vino solo, lo fomento el Dr. Martinez, que me hizo abandonar los "Elige tu propia Aventura" por los amarillentos hijos de la Sra. Christie.
Esa droga sigue sin despegarse de mis venas.
Pasé por Sherlock también, pero no muy a fondo. Toque el monstruo de la morgue,
pero creo que fue el único de ese escritor.
Ahora no me viene el nombre a la cabeza, pero también ojee a un juez que resolvía casos pero no me sale el nombre y no tengo ganas de "googlear".
Me llegaron cosas sobre la simpleza del texto, como lograrlo, la calidez de la amistad, el duelo con el "quien soy" "que quiero ser", y el frío atronador de la llamada distante en la madrugada de otro meridiano.
No hace falta llenar tantas hojas para llenar a las personas, "El último lector" es corto e intimo y "El pibe que arruinaba las..." te ceba mates.
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