domingo, 16 de agosto de 2009

Secará resacas caseras


Estabas escondida,

como el maní con chocolate en la última balda de la nevera.

Estabas ahí.

Justo ahí.

Siempre estuviste, te estabas generando, estabas macerando.

Hay vinos jóvenes que valen la pena catarlos. No pensemos en una simple botella, refirámonos a toneles, barricas que permiten que introduzcamos un artilugio para sorprendernos en esa magia y volver a tapar para que no se escapen las hadas y los duendes.

Permanecías agazapada.

Cubriéndote de este futuro o cubriéndote con este futuro hasta que un estornudo de oruga hizo de nuestras chispas se saludarán.

Brincabas de sombra en sombra hasta que mi linterna te amenazó, y una vez descubierta, como América: poblada de indígenas ideas pero virgen para los colonos.

En las patas de un travieso cachorro dibujo tu andar, esas extremidades que hacen tan simpáticos a éstos, en esas dimensiones un tanto desproporcionadas.

Te haces preguntas. Una y más. Te las responderé todas a su tiempo.

No necesito nada mejor,

no sé si lo hay,

no voy a buscar.

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